viernes, 6 de abril de 2018

En el piso.

Es la primera vez que me animo a dormir en el piso desde que no estás. Aunque sea una siesta, desperté contracturada y con los ojos húmedos. Exactamente en el mismo lugar, de la misma manera que armábamos una cama improvisada de dos plazas. "Dame tiempo, mi amor, ya me voy a comprar el sommier" te decía, como un loro aferrado a un futuro que no llegó.

No estabas cuando me giré con los ojos cerrados imaginando tu cabello oscuro y tu espalda desnuda (que tanto me encanta) para abrazar con una sonrisa dormida pensando que era una lástima salir de aquella burbuja. No está tu olor en la funda de la almohada ni en las sábanas para torturarme con delicia pero sí están los recuerdos tan frescos como si hubiera sido ayer la última vez que dormí junto a vos.

Es inevitable el no recordar tus juegos de casino y mis niveles de Candy Crush sin poder pasar que te mal humoraban cuando pedía ayuda porque un nivel me hacía renegar. Las veces que hemos tomado trerés, los carozos de las ciruelas que un día dejaste desparramados por todos lados, Grey's Anatomy y Harry Potter en un televisor improvisado. Explícame cómo, amor mío, el piso se siente más duro sin vos y la cama vacía como mi corazón.

Las mañanas sin vos son una pesadilla. No tenes idea lo hermoso que era trabajar sabiendo que dormías en casa y que algún día por nuestras charlas ese iba a ser nuestro futuro en nuestro hogar. Con dos canes y un felino, era nuestro.

Pero la oscuridad se hizo inmensa, el piso una piedra, la cama gigante, el shampoo eterno y los recuerdos insoportables desde que no estás.

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