miércoles, 11 de abril de 2018

Fichas que caen.

Hoy fue uno de esos días en los que voy sacando piedras de mi mochila de angustia y voy viendo el panorama sin tanto dolor. Creo que fue el primer día en donde volví a sonreír de manera honesta cuando una ficha cayó al piso mostrándome esas cosas que hacen que sanemos de a poco.

Ojalá no hubiera sido así. Ojalá hubiera buscado otras palabras para transmitir que donde hay ganas no hay excusas. Y qué loco que lo haya dicho alguien que comparte una misma pasión: el fútbol. En realidad, lo más descabellado de todo esto es la situación: yo no estaba angustiada por tus silencios -de todas maneras, ni aún así reaccionaste en ese momento- sino que buscaba coincidir y, de nuevo, amoldarme a los planes de alguien más.

Tardé un par de horas en entender la respuesta. Cuando leí eso me pareció fuerte: cómo alguien con una pasión tan grande como el club de sus amores va a dejar de ver un partido importante por mí. Sí, esa cosa vacía que no se reconoce en el espejo y que le gustaría tener un botoncito para no sentir.

Me hizo ruido, muchísimo ruido. Cómo alguien iba a sacrificar algo que tanto le gustaba por mí que estoy rota y no se soporta a sí misma un día más así.

Automáticamente tuve un flash: débil, manipulable... Y me reí, fue una carcajada con ganas y sincera. No fue forzada. Fue natural y volví a sentirme, a ser yo por cinco minutos.

Y ahí vino ese famoso CLICK. Sí, fue por mí. Media rota, media destartalada, pero sí valgo la pena. Ahí entendí tu egoísmo, tu afán de ponerte en primer lugar. Y en poco tiempo la óptica que tenía sobre la situación cambió. Me reconocí, creí perderme en una nebulosa de sentimientos y sensaciones. Pero me ví, me pude sentir.

Hoy entiendo un poco más que ayer. Y hoy, por fin, ya no te extraño tanto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario